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Mensaje por Ginkoss Miér Sep 11, 2013 9:32 am

Ginkoss sentía que su resistencia aun podía dar más de sí, que aun podía ser mayor. Lo cierto es que su pereza era la causante de esto. El no era mucho de hacer deporte durante largas horas. Si, su antigua vida le obligaba a mantenerse activo, pero aun así no era lo mismo que hacer deporte. Había empezado a mejorar, como lo había hecho con su velocidad, lo cual también le ayudo a mejorar su resistencia en cierta parte. Era consciente de que no era, ni seria, un dios en cuanto en resistencia se refiere, pero si su intención era enfrentarse a otros magos o criaturas extrañas, mas le valía tener un buen fondo. Su condición física debía ser mejor que la de los que le rodeaban, por lo menos en lo que a resistencia se refiere. Si no podía ganar con fuerza física lo haría desgastando a sus oponentes. Por dicha razón, planifico un riguroso entrenamiento a fin de aumentar su resistencia. La resistencia era importante. Podía diferenciar entre una huida eficaz o una técnica bien realizada y el fracaso de ambas acciones. Era algo que un buen mago no debía descuidar. Da igual lo poderoso que alguien sea, pues ante un grupo numeroso su poder terminara agotándose y no podrá salvarse de su nefasto destino.

El entrenamiento debía ser poco complicado, eficaz, que cualquier persona pudiera aprovechar. La razón de esto se debía a que si el entrenamiento era demasiado complicado podría lesionarse o resultar poco efectivo. Es mejor apuestas seguras y fiables que construir castillos en el aire para que al final se desmoronase todo. Lógicamente, el entrenamiento se encontraría fraccionado. Como ya se ha dicho, la intención era aumentar la resistencia. Primero realizaría una carrera de calentamiento a lo que era toda la periferia de la ciudad. Esto permitiría que sus músculos se encontrasen bien bombeados con su sangre cuando llegase el verdadero entrenamiento. La periferia era grande y seguramente tardaría su tiempo en rodearla entera. Por eso solo correría durante media hora. 

Seguidamente, realizaría el mismo ejercicio, pero con un neumático atado a la cintura, como lastre. De esta forma mejoraría su resistencia en un primer momento. Además, pretendería mejorar el tiempo que hiciese entre sesión y sesión. Llegando a lo que sería la tercera parte,  realizaría de nuevo una carrera, pero esta vez no sobre terreno asfaltado. Iría a correr al bosque, donde diversos obstáculos naturales serian más que suficiente como para drenar su resistencia y, de esta forma, aumentarla. Por último, esa escalada finalizaría cerca de una escarpada pared de piedra. Tenía pensado escalarla. Era una pared vertical y bastante alta, por lo que la resistencia también estaría implicada a la hora de alcanzar la cumbre. Cuanto tardaría en realizar aquel entrenamiento era una autentica incógnita. Calculaba que una semana o así, pero dependía de demasiados factores como para hacer una predicción precisa. También prepararía un batido especial que le ayudaría a recuperar energías e intentar recuperar los minerales y la fibra muscular que perdería a consecuencia de esos entrenamientos. Puede parecer algo ilógico que el hacer deporte para aumentar la fuerza desgaste los músculos, pero era así. Había que reponer los minerales y proteínas perdidas. Era muy importante.

Se despertó temprano, aprovechando el frio de la mañana, que le ayudaría a despertarse y a estar más espabilado cuanto antes. El tiempo era fundamental y debía aprovecharlo lo mejor posible. No llevaba ninguna prenda de abrigo. Durante su vida había realizado varias cacerías nocturnas. Su sistema inmunológico se había vuelto tremendamente resistente especialmente a las bajas temperaturas, por lo que no había peligro de pescar un resfriado. Además, el frio le ayudaría a despejarse y más tarde, con el entrenamiento, se vería obligado a quitarse todo abrigo que llevase si no quería morirse de calor. Incluso la temperatura del momento era más cálida de lo que era habitual. Podría preocuparse solo de su entrenamiento. No había desayunado demasiado fuerte, pues estaba convencido de que con ese entrenamiento lo más seguro es que lo terminara vomitando.

Las calles de Magnolia estaban silenciosas. La ciudad aun dormía arropada por el manto de la noche. Mientras una sombra corría por los alrededores. El aire frio llenaba sus pulmones y cada bocanada de aire que tomaba llegaba a sus pulmones como si de mil agujas se tratase. Era una sensación que llenaba de vida a Ginkoss. El olor a tierra húmeda llenaba el ambiente, pues las calles estaban algo mojadas debido a la condensación del vapor de agua en el entorno y a que había llovido la noche anterior. Algunos charcos se encontraban desperdigados y de vez en cuando pisaba alguno.

El calentamiento se hizo largo, ya fuera por el silencio existente a por la ausencia de luz. Había corrido durante 20 minutos, pero el ninja juraría que había corrido al menos una hora. Como sabia el tiempo que llevaba se debía a que iba contándolo en su cabeza. No llevaba relojes, ni ninguna herramienta que pudiera indicárselo. No le gustaba llevar cosas en sus muñecas, le resultaban incomodas e inútiles. De día podía indicar con precisión la hora debido a la posición del sol. De noche lo hacía con las estrellas, pero ese día el cielo estaba nublado y no podía determinarla.

El calentamiento finalizo. Había llegado la hora del verdadero entrenamiento. Cerca de donde finalizo el calentamiento, se encontraba un neumático atado a una cuerda que el mismo había preparado en aquel lugar. El mismo donde había realizado su entrenamiento de velocidad, por lo que tenía calculado el tiempo que tardaba en llegar allí.  El peso del neumático era de unos 10 Kg y resultaría difícil arrastrarlo sobre la tierra, dada la alta resistencia que mostraba el neumático sobre aquel terreno. Se ato firmemente el neumático en su cintura y empezó a correr. El objetico no era recorrer una distancia en el menor tiempo posible, si no recorrer la mayor distancia en el tiempo de una hora. La sangre fluía por aquella maquinaria hecha de carne y músculos. El movimiento de su cuerpo era fluido para no desperdiciar la inercia que llevaba. La mayoría de la gente desperdiciaba una gran cantidad de energía por no saberse mover en carrera. Muy pocos conocían el secreto para aprovechar el 100% del esfuerzo que hacían. Como conseguía mantener esta fluidez a pesar del lastre se debía a cuando entrena con los lastres por todo su cuerpo. La carrera era dura y los rayos de sol empezaban a despuntar en el horizonte. La gente empezaba a sufrir de sus casas, para realizar sus diversos que haceres. La ciudad se llenaba de vida mientras Ginkoss corría con su carga de caucho. Al final, cuando su corazón ya no daba más de sí y su cuerpo se encontraba tendido en el suelo, había conseguido recorrer algo más de 7 km en una hora. Si no hubiera estado amarrado al neumático, podría haber recorrido 12km sin ningún tipo de problema, por lo que era algo bastante notable para su nivel. Pero las consecuencias de conseguir esa distancia eran claras. Se sentía morir. Se alegraba de apenas haber desayunado ese día, pues en estos momentos se encontraría  viéndolo de nuevo. 

Tardo otra media hora en reencontrarse a sí mismo en aquel amasijo de carne. El sol ya asomaba más de la mitad de su cuerpo sobre el horizonte, y las sombras de los objetos se alargaban como si intentasen huir de aquel resplandor, pero estaban pegadas a los objetos que las producían. Luz y sombra teñían el mundo con su presencia. La tercera parte iba a comenzar.

Deposito el neumático en un callejón. No suponía un objeto de valor, así que no tenían porque llevárselo y si lo hacían tampoco supondría una gran pérdida. Lo malo era que no resultaba fácil encontrar un neumático. Se dirigió hacia una de las entradas a Magnolia. Recorrió el camino unos pocos minutos y más tarde se salió del mismo. La carrera comenzó. Moviéndose a través de la maleza, como un animal salvaje, corrigiendo su rumbo para evitar chocarse contra un árbol o saltando troncos y rocas que se le presentaban en el camino. Allí la humedad era mucho mayor, pues los arboles la retenían con su largas ramas y densas copas. El joven peliblanco se encontraba empapado en sudor, no solo lo por lo que estaba haciendo ahora, si no por los ejercicios que había realizado anteriormente. Tal vez se hubiera pasado un poco con el entrenamiento, pero no hay recompensa sin esfuerzo. En un momento dado tuvo que atravesar un rio. Su cauce era poco profundo, pero ancho. Sus pantalones se impregnaban del líquido elemento y dificultaban el avance. Se resbalo un par de veces, con las rocas del fondo y su cuerpo caía a aplomo sobre las aguas. No tardo demasiado en cruzarlo, pero aun así estaba todo mojado y eso supondría un peso extra que el joven no había previsto. En fin, ya nada podía hacer. No traía ropa de repuesto y la pared para escalar aun estaba a una media hora corriendo. No era mucho, pero era el esfuerzo final.

Ya era casi la hora de comer. Habiendo llegada ya a la pared de roca, Ginkoss abría una bolsa que había traído. En su interior se encontraba su comida que, por fortuna, no se había mojado cuando se cayó en el rio. La devoro con ansias, mientras disfrutaba de un merecido descanso. Durante ese tiempo contemplo las nubes en el cielo. Eran libres, el azul firmamento era su zona de juegos. Sin ataduras, sin limitaciones… Podían ser lo que quisieran. Como las envidiaba. No necesitaban saber quiénes eran. El simple hecho de estar era suficiente para ellas ¿Cual era su secreto? No conseguí comprenderlo. Volviendo a la realidad, contemplo la pared que se alzaba delante de él. Estaba seguro de que no  conseguiría alcanzar la cima, pero era el primer intento, por lo que se podía entender. Una vez comido y descansado se dirigió al pie de la pared que pretendía escalar. El simple hecho de estar ante su superficie era imponente. No llevaba ningún sistema de seguridad y deseaba por todo lo que existe en este mundo que no llegara a necesitarlo. Escalar una pared es sencillo para quienes tienen experiencia, pero él no tenía demasiada. Vagos recuerdos venían a su mente. Se veía a sí mismo escalando un risco de características similares, como si estuviera persiguiendo algo, pero nada más. Pero lejos de considerarse eso como una experiencia en la escalada, lo escalaria como cualquier persona normal, sin experiencia, con la fuerza de sus brazos y sus piernas. Comenzó la escalada, ayudándose de los pequeños salientes que existían debido a las irregularidades del muro. El primer tramo no resulto demasiado complicado, pero cuando llego a los 20 metros de altura ya no resultaba tan sencillo. Ya sea por que se es consciente de la altura a la que se encuentra uno o por otra razón desconocida, la sensación de que la tierra te atraía era mucho mayor de lo normal. Trepando, con cuidado de que el terreno no cediese y le precipitara al vacio, consiguió llegar a la mitad. Solo existía un pequeño problema…Llevaba ya una hora escalando y casi no sentía ni sus brazos ni sus piernas, así que no podía subir ni un metro más y aun tenía que descender. Presa del cansancio, comenzó el descenso y poco a poco volvía a plantar los pies sobre terreno firme

Dejo el entrenamiento por ese día. Sabía que al día siguiente le iban a doler todos los músculos del cuerpo, pero no tenía más remedio que continuar. De camino a su casa se bebió el batido que tenía preparado. Tenía un sabor repugnante, pero le iba a ayudar. Realizo una serie de estiramientos para evitar que sus músculos se agarrotaran y poder conservar e incluso aumentar en parte su flexibilidad muscular. Mucha gente no realizaba los estiramientos, pero estos son una parte muy importante antes y después de cualquier ejercicio físico. Si sus músculos se volvían más flexibles podría desarrollar más fuerza de la que podría ejercer de cualquier otro modo. En su casa se aplicaría sesiones de frio y calor para evitar que el dolor al día siguiente fuera el menos posible. El resto del día lo dedicaría al descanso y a prepararse para el día siguiente. Lo más seguro es que tardara algún tiempo en conseguir conquistar la cima de la montaña.

La gente iba de aquí para ya, resolviendo sus asuntos. Mientras una persona se bamboleaba de lado a lado. Parecía borracha o tal vez agotada tras un duro día de esfuerzo físico. Su mirada se perdida en el infinito mientras se dirigía a su morada. Su vestimenta no hacía más que recalcar su apariencia de borracho. Estaba bastante asqueada y desprendía un fuerte olor a sudor. El astro rey brillaba en lo más alto, pero eso a él no le importaba. Llego a su piso y se tumbo en la cama. Cerró los ojos y no volvió a abrirlos. Hasta que fue la hora de cenar y su estomago reclamaba su recompensa por esperar pacientemente.
 
Los  días que acontecieron fueron un autentico suplicio. Le dolía  totalmente el cuerpo. Sentía como si ya no le perteneciera. Sus músculos se sentían doloridos, sus pulmones como si estuvieran abrasados, su cabeza estaba a punto de estallar… Dicen que el deporte es salud, pero no se veía salud en su cuerpo. Estaba allí, tirado en la cama. Aplicando frio y calor y algunos ungüentos que le habían recomendado. No servían de mucho, pero ayudaban a calmar el dolor. Levaba entrenando por cinco días y aun no había conseguido  conquistar la cima del monte. Era un entrenamiento realmente duro y se notaba cada vez que respiraba. Hasta eso era doloroso. La  noche empezaba a cubrir Magnolia silenciosamente y la gente empezaba a refugiarse a sus casas o a visitar algunos de los locales de comida o entretenimiento. Los ojos de Ginkoss se fueron cerrando lentamente en contra de su voluntad. No había cenado, pero estaba demasiado cansado como para poder levantarse de su cama. Ya le costó llegar a su propio hogar, pero ahora era incapaz de sentir su propio cuerpo. Finalmente se rindió y se dejo arrullar por los sonidos de la noche hasta que despertara a la mañana siguiente.

Llego el día, una jornada más de entrenamiento. El sueño había resultado extrañamente reparador. Los dolores que le atormentaban la pasada noche se habían convertido en una leve molestia y se sentía lleno de energía. Realizo la misma rutina que la de siempre, pero en esta ocasión puso un peso extra en el neumático, pasando a doblar su peso. Ya  podía desplazarse con él con relativa facilidad, por lo que era conveniente aumentar el peso. Era un peso considerable, pero se sentía dispuesto a hacerlo. Repitió los mismos ejercicios, pero con su peso extra.

El calentamiento se hizo  largo, como de costumbre por el silencio existente y por la ausencia de luz. Pero en realidad, el calentamiento de 30 minutos no era la peor parte. Lo peor fue arrastrar el lastre de 20 kg al que se encontraba amarrado en la segundo parte del entrenamiento. Era exactamente el mimo tiempo del que disponía para correr el máximo posible, pero el peso extra se hacía notar. Sentía como si fuera casi incapaz de despegar los pies de la tierra. Levantar una pierna para realizar un simple paso se había vuelto una dura tarea. No es ninguna broma el entrenar con lastres si no se está acostumbrado a hacerlo y en aquel caso puede que se hubiese excedido al elegir el pesaje, pero nuevamente, sin esfuerzo no hay recompensa.

La segunda parte finalizo. Había recorrido nuevamente 7 km en una hora, como el primer día. Con el tiempo había conseguido llegar más lejos, pero aquella fue lo más parecido a retroceder. A continuación venia la carrera en el bosque. Dejo el neumático donde solía hacerlo y comenzó el ejercicio. Lo cierto es que no hubo demasiadas complicaciones. Era como si siempre hubiera hecho eso, solo debía despertar su cuerpo de un profundo letargo. Moviéndose a través de la maleza, como un animal salvaje, corrigiendo su rumbo para evitar chocarse contra un árbol o saltando troncos y rocas que se le presentaban en el camino. Allí la humedad era mucho mayor, pues los arboles la retenían con su largas ramas y densas copas. El joven peliblanco se encontraba empapado en sudor, no solo lo por lo que estaba haciendo ahora, si no por los ejercicios que había realizado anteriormente.  Cruzo el rio sin complicaciones y en un poco más de tiempo llego a la pared  de roca.

Ya era casi la hora de comer. Habiendo llegada ya a la pared de roca, Ginkoss abría la bolsa de comida que habituaba a traer. La devoro con ansias, mientras disfrutaba de un merecido descanso. Contemplo la pared que se alzaba delante de él. En esa ocasión estaba seguro de que  conseguiría alcanzar la cima. Algo en su interior le decía que así seria. Una vez comido y descansado se dirigió al pie de la pared que pretendía escalar. El simple hecho de estar ante su superficie era imponente. No llevaba ningún sistema de seguridad y deseaba por todo lo que existe en este mundo que no llegara a necesitarlo. Escalar una pared es sencillo para quienes tienen experiencia. Él tenía  la experiencia acumulada de esos últimos días y aunque no fuera demasiada, marcaria la diferencia respecto al primer día. Con la fuerza de sus brazos y sus piernas conseguiría llegar a la cima en ese día. Comenzó la escalada, ayudándose de los pequeños salientes que existían debido a las irregularidades del muro. El primer tramo no resulto demasiado complicado, pero cuando llego a los 20 metros de altura ya no resultaba tan sencillo. Ya sea por que se es consciente de la altura a la que se encuentra uno o por otra razón desconocida, la sensación de que la tierra te atraía era mucho mayor de lo normal. Trepando, con cuidado de que el terreno no cediese y le precipitara al vacio, consiguió llegar a la mitad…

y en esta ocasión no se sentía demasiado cansado. Sentía que por fin conseguiría llegar a la cima. Llevaba ya una hora escalando. Que hubiera aumentado su resistencia no significa que trepase más rápido. Metro a metro seguía ascendiendo. La pared se mostraba estable, no parecía que fuera a ceder. Ya solo 20 metros lo separaban de la cumbre. El último esfuerzo. Todo el combustible que le quedaba debía gastarlo ahora, el tramo más difícil. Se permitió quedarse unos pocos segundos colgados, intentando descansar y recobrar la respiración. Suministrando oxigeno a todo su cuerpo para que pudiese dar la máxima potencia. Retomo de nuevo la escalada, sus pies ascendían, intentando propulsar su cuerpo hacia arriba. Las manos buscaban un saliente seguro a donde guiar el cuerpo. Brazos y piernas trabajando en perfecta armonía…¡¡¡AL FIN!!! Llego a la cima y tumbándose en el suelo pudo dar gritos de alegría. No había habido nada que más le costase que ese entrenamiento. Se sentía capaz de cualquier cosa. Después de aquel agotador entrenamiento, ¿Qué no iba a ser posible?  Se quedo ahí tumbado, descansando, mirando hacia el cielo azul que ya empezaba a teñirse de los colores de la puesta del sol. Por fin podía dar el entrenamiento como finalizado.



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