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Mensaje por Ginkoss Dom Sep 08, 2013 9:20 am

Ginkoss sentía que su velocidad era insignificante a lo que debía ser. Se especializaba en el combate a distancia y aunque pudiera parecer que la velocidad no tiene mayor importancia, esto es falso. La velocidad tenía un papel muy importante, pues una vez el rival se diera cuenta de cuál era su estilo de combate, deducirá inmediatamente que  las cortas distancias no se le daban bien e intentaría llevar la batalla a dicha distancia, lo cual seria la perdición de Ginkoss, pues no tenía muchas posibilidades de éxito si se diese el caso. Además, la magia de otros magos podía combinarse fácilmente en una batalla cercana, cosa que Ginkoss no podía hacer si no quería verse afectado por el efecto de sus proyectiles. Por eso se debía ser rápido, para poder mantener las distancias. También era algo fundamental para todo buen tirador que se preciara el que no descubrieran su posición cuando su intención era ocultarla. SI se disparaba desde “X” lugar, se debía cambiar de posición rápidamente, para que no le descubriesen y realizar un segundo tiro desde un ángulo inesperado. Golpear, sembrar el caos, desaparecer y vuelta a empezar. Aquel era el guion perfecto que se debía seguir. En eso consistía el papel de la velocidad para un tirador. Su condición física debía ser mejor que la de los que le rodeaban, lo quisiera o no. Quizás debía ser incluso la mejor. Por dicha razón, planifico un riguroso entrenamiento a fin de aumentar su velocidad. Puede que en el futuro entrenase su resistencia, pues lo uno sin lo otro no servía de nada. En un combate no. Podía diferenciar entre una huida eficaz o un ataque realizado con éxito y el fracaso de ambas acciones. Era algo que un buen pistolero no debía descuidar. Da igual lo poderoso que alguien sea, pues ante un grupo numeroso su poder terminara agotándose y no podrá salvarse de su nefasto destino. Aunque padeciese amnesia, eso no provocaba que le faltase el sentido común. Cualquiera en su situación se habría llegado a la misma conclusión que él.


El entrenamiento debía ser poco complicado, eficaz, que cualquier persona pudiera aprovechar. La razón de esto se debía a que si el entrenamiento era demasiado complicado podría lesionarse o resultar poco efectivo. Es mejor apuestas seguras y fiables que construir castillos en el aire para que al final se desmoronase todo. Lógicamente, el entrenamiento se encontraría fraccionado, pues repetir demasiado un mismo ejercicio o hacerlo de seguido tampoco era saludable, aunque una gran cantidad de personas piensan así. Un entrenamiento que consiste en rutinas repetitivas solo trae consigo sobrecargar ciertos grupos musculares y dejar otros de lado, pero todos son igual de importantes. Como ya se ha dicho, la intención era aumentar la velocidad, la resistencia seria más adelante. Primero realizaría una carrera de calentamiento a lo que era toda la periferia de la villa. Esto permitiría que sus músculos se encontrasen bien bombeados con su sangre cuando llegase el verdadero entrenamiento. La ciudad en la que se encontraba era grande y seguramente tardaría su tiempo en rodearla entera. Por eso solo correría durante media hora. 

Seguidamente, realizaría sesiones corriendo lo más rápidamente posible en línea recta en un descampado que había localizado y que parecía disponer de las características necesarias para que el entrenamiento fuera eficaz. La pista era llana, libre de obstáculos o de otras posibles molestias. Era perfecto para lo que tenía pensado hacer. De esta forma mejoraría su velocidad en un primer momento. Además, pretendería mejorar el tiempo que hiciese entre sesión y sesión. Llegando a lo que sería la tercera parte, cruzaría la ciudad de lado a lado 5 veces, intentando superar su marca anterior. La “carrera” la realizaría sobre los tejados de las casas de la ciudad, que sería lo más parecido que podría lograr a las condiciones que se presentarían  en el campo de batalla más duro que se podía imaginar. Lo siguiente seria repetir los últimos dos pasos, pero con contrapesos en las piernas  y en el cuerpo. Sabía que no conseguiría igualar la velocidad que habría conseguido anteriormente, pues el contrapeso seria en total 20 Kg, un cuarto de su peso. Conseguir mover un cuerpo de casi 100 Kg no resultaba fácil para nadie, excepto para los que ya poseían ese peso, que tampoco le resultaba súper sencillo. Cuanto tardaría en realizar aquel entrenamiento era una autentica incógnita. Calculaba que una semana o así, pero dependía de demasiados factores como para hacer una predicción precisa. También prepararía un batido especial que le ayudaría a recuperar energías e intentar recuperar los minerales y la fibra muscular que perdería a consecuencia de esos entrenamientos. Puede parecer algo ilógico que el hacer deporte para aumentar la fuerza desgaste los músculos, pero era así. Había que reponer los minerales y proteínas perdidas. Era muy importante.



Se despertó temprano, aprovechando el frio de la mañana, que le ayudaría a despertarse y a estar más espabilado cuanto antes. El tiempo era fundamental y debía aprovecharlo lo mejor posible. No llevaba ninguna prenda de abrigo. Durante su vida había realizado varias cacerías nocturnas. Su sistema inmunológico se había vuelto tremendamente resistente especialmente a las bajas temperaturas, por lo que no había peligro de pescar un resfriado. Además, el frio le ayudaría a despejarse y más tarde, con el entrenamiento, se vería obligado a quitarse todo abrigo que llevase si no quería morirse de calor. Incluso la temperatura del momento era más cálida de lo que era habitual. Podría preocuparse solo de su entrenamiento. No había desayunado demasiado fuerte, pues estaba convencido de que con ese entrenamiento lo más seguro es que lo terminara vomitando.

Las calles de Magnolia estaban silenciosas. La ciudad aun dormía arropada por el manto de la noche. Mientras una sombra corría por los alrededores. El aire frio llenaba sus pulmones y cada bocanada de aire que tomaba llegaba a sus pulmones como si de mil agujas se tratase. Era una sensación que llenaba de vida a Ginkoss. El olor a tierra húmeda llenaba el ambiente, pues las calles estaban algo mojadas debido a la condensación del vapor de agua en el entorno y a que había llovido la noche anterior. Algunos charcos se encontraban desperdigados y de vez en cuando pisaba alguno.

El calentamiento se hizo largo, ya fuera por el silencio existente a por la ausencia de luz. Había corrido durante 20 minutos, pero el chico juraría que había corrido al menos una hora. Como sabia el tiempo que llevaba se debía a que iba contándolo en su cabeza. No llevaba relojes, ni ninguna herramienta que pudiera indicárselo. No le gustaba llevar cosas en sus muñecas, le resultaban incomodas e inútiles. De día podía indicar con precisión la hora debido a la posición del sol. De noche lo hacía con las estrellas, pero ese día el cielo estaba nublado y no podía determinarla.

El calentamiento finalizo. Había llegado la hora del verdadero entrenamiento. Cerca de donde finalizo el calentamiento, se encontraba una amplia explanada.  Su largo eran cien metros y su ancho eran doscientos. Aquel era el lugar idóneo para realizarla segunda parte. Después de un breve descanso, de dos minutos, se posiciono. Pretendía correr el ancho de la explanada.* Preparado, listo… ¡Ya!* Dijo para sí mismo. La sangre fluía por aquella maquinaria hecha de carne y músculos. El movimiento de su cuerpo era fluido para no desperdiciar la inercia que llevaba. La mayoría de la gente desperdiciaba una gran cantidad de energía por no saberse mover en carrera. Muy pocos conocían el secreto para aprovechar el 100% del esfuerzo que hacían. Su marca fue de 15 segundos. Tras una pausa de otros 30 segundos volvió a repetir. Repetición tras repetición, sus energías se iban agotando. Al final, cuando su corazón ya no daba más de sí y su cuerpo se encontraba tendido en el suelo, había conseguido reducir su marca en 3 segundos, es decir, recorría 10 metros en poco más de un segundo, algo bastante notable para su nivel. Pero las consecuencias de conseguir esa marca eran claras. Se sentía morir. Se alegraba de apenas haber desayunado ese día, pues en estos momentos se encontraría  viéndolo de nuevo. 

Tardo otra media hora en reencontrarse a sí mismo en aquel amasijo de carne. La ciudad ya empezaba a despertarse de su habitual sueño. La gente se dirigía a sus trabajos y las mujeres llevaban a sus hijos a la escuela. Todo lo habitual que podía resultar el día. La tercera parte iba a comenzar.

Salto a uno de los tejados de las casas. Estaba prácticamente a las afueras de la ciudad. A su espalda se encontraba un denso bosque atravesado por un camino que conducía a los viajeros a nuevos lugares. El objetivo era llegar al otro lado de la ciudad. Realizaría 5 carreras, en las cuales esperaba rebajar su tiempo. El sol apenas empezaba a salir. La primera carrera fue un tanto difícil. Correr en terreno llano era una cosa, pero aquello era algo bien distinto. No solo tenía que estar concentrado en no caer, sino que también debía visualizar la ruta más corta y que menos esfuerzo le exigiría. Para quien conozca el parkour sabe de qué se trata. El total de la distancia recorrida fueron algo más de 5 km., los cuales tardo en recorrerlos 45 minutos. Una marca horrible. Casi habría llegado antes caminando por el suelo. La razón de esta marca fueron una serie de caídas, tropiezos, callejones sin salida y rodeos que se vio obligado a dar. Si tuviera que hacer eso en el campo de batalla ya estaría bien muerto. La segunda carrera fue un poco mejor, pero no mucho. Tardo 37 minutos en realizarlos. Volvió a encontrarse con callejones sin salida, pero al menos esta vez no se había caído ni una sola vez. Realizo las tres últimas carreras, y en la última consiguió rebajar a 31 minutos y 28 segundos. Esta vez la había resultado más sencillo. En algunas ocasiones se vio obligado a disminuir la velocidad para tener tiempo de visualizar su siguiente paso, pero los números no mentían. Su rendimiento en esa ocasión había sido lo suficientemente bueno.

Dejo el entrenamiento por ese día. Sabía que al día siguiente le iban a doler todos los músculos del cuerpo, pero no tenía más remedio que continuar. De camino a su casa se bebió el batido que tenía preparado. Tenía un sabor repugnante, pero le iba a ayudar. Realizo una serie de estiramientos para evitar que sus músculos se agarrotaran y poder conservar e incluso aumentar en parte su flexibilidad muscular. Mucha gente no realizaba los estiramientos, pero estos son una parte muy importante antes y después de cualquier ejercicio físico. Si sus músculos se volvían más flexibles podría desarrollar más fuerza de la que podría ejercer de cualquier otro modo. En su casa se aplicaría sesiones de frio y calor para evitar que el dolor al día siguiente fuera el menos posible. El resto del día lo dedicaría al descanso y a prepararse para el día siguiente. Lo más seguro es que dedicase los dos días siguiente a realizar el mismo ejercicio antes de utilizar los contrapesos, pues si los usaba en su condición seria incapaz de volver a casa sin hacer antes una visita al hospital.

La gente iba de aquí para ya, resolviendo sus asuntos. Mientras una persona se bamboleaba de lado a lado. Parecía borracha o tal vez agotada tras un duro día de esfuerzo físico. Su mirada se perdida en el infinito mientras se dirigía a su morada. Su vestimenta no hacía más que recalcar su apariencia de borracho. Estaba bastante asqueada y desprendía un fuerte olor a sudor. El astro rey brillaba en lo más alto, pero eso a él no le importaba. Llego a su piso y se tumbo en la cama. Cerró los ojos y no volvió a abrirlos. Hasta que fue la hora de cenar y su estomago reclamaba su recompensa por esperar pacientemente.
 
Los dos días que acontecieron fueron un autentico suplicio. Le dolía  totalmente el cuerpo. Sentía como si ya no le perteneciera. Sus músculos se sentían doloridos, sus pulmones como si estuvieran abrasados, su cabeza estaba a punto de estallar… Dicen que el deporte es salud, pero no se veía salud en su cuerpo. Estaba allí, tirado en la cama. Aplicando frio y calor y algunos ungüentos que le habían recomendado. No servían de mucho, pero ayudaban a calmar el dolor. Al día siguiente iba a entrenar con los lastres, así que más le convendría recomponerse antes del amanecer o seria un día mucho más duro de lo normal. El manto de la noche empezaba a cubrir Magnolia silenciosamente y la gente empezaba a refugiarse a sus casas o a visitar algunos de los locales de comida o entretenimiento. Los ojos de Ginkoss se fueron cerrando lentamente en contra de su voluntad. No había cenado, pero estaba demasiado cansado como para poder levantarse de su cama. Ya le costó llegar a su propio hogar, pero ahora era incapaz de sentir su propio cuerpo. Finalmente se rindió y se dejo arrullar por los sonidos de la noche hasta que despertara a la mañana siguiente.

Llego el día en que le tocaría usar los contrapesos. El sueño había sido extrañamente reparador. Los dolores que le atormentaban la pasada noche se habían convertido en una leve molestia y se sentía lleno de energía. Los lastres le convertirían en 20 Kg más pesado. Era un peso considerable, pero se sentía dispuesto a hacerlo. Repitió los mismos ejercicios, pero con su peso extra.

El calentamiento se hizo  extremadamente largo, como de costumbre por el silencio existente y por la ausencia de luz, pero también porque se movía más lentamente. El calentamiento de 30 minutos pasó a ser de casi 1 hora. Era exactamente la misma distancia, pero el peso extra se hacía notar. Sentía como si fuera casi incapaz de despegar los pies de la tierra, pues llevaba 5 kg en cada pierna, el resto de los 20 kg se situaba en su torso y brazos. Levantar una pierna para realizar un simple paso se había vuelto una dura tarea. No es ninguna broma el entrenar con lastres si no se está acostumbrado a hacerlo y en aquel caso puede que se hubiese excedido al elegir el pesaje, pero nuevamente sin esfuerzo no hay recompensa.

El calentamiento finalizo. Había llegado la hora del verdadero entrenamiento. Cerca de donde finalizo el calentamiento, se encontraba la amplia explanada que solía usar para sus carreras de velocidad, pero sentía que en aquella ocasión no iba a poder ni acercarse ni a su peor tiempo. Simplemente había tardado casi el doble de tiempo en recorrer la misma distancia que recorría para calentar. ¿Como podría tan siquiera rozar los tiempo que hizo los primeros días?   Después de un breve descanso, de dos minutos, se posiciono. Pretendía correr el largo de la explanada, los doscientos metros que lo componían. Ya que sería incapaz de igualar sus marcas en los cien metros correría los doscientos realizando nuevos tiempos.* Preparado, listo… ¡Ya!* Dijo para sí mismo. El movimiento de su cuerpo era más o menos fluido para no desperdiciar la inercia que llevaba. Los lastres se notaban y no podía igualar el movimiento que solía realizar al correr. En esta ocasión solo podía aprovechar el 80% de la energía que invertía. El otro 20% simplemente se perdía por culpa de sí mismo. Su marca fue de 45 segundos. Tras una pausa de otros 30 segundos volvió a repetir. Repetición tras repetición, sus energías se iban agotando. Al final, cuando su corazón ya no daba más de sí y su cuerpo se encontraba tendido en el suelo, había conseguido reducir su marca en 5 segundos, es decir, recorría 10 metros cada 5 segundos. Aquello era cosa de risa, pero le gustaría ver quien conseguía correr más rápido con esas “cadenas” que obligaban a su cuerpo a invertir más energía y a moverse de forma más lenta y torpemente. Pero las consecuencias de conseguir esa marca eran claras. Se sentía nuevamente morir. Aquella sensación era la misma que la que había sentido el primer día.

Tras media hora de descanso debía volver al entrenamiento. La ciudad ya se había levantado de su habitual sueño. En esta ocasión le habría tocado realizar el ejercicio de correr por los tejados, pero se le hacia una actividad tan imposible el poder correr que ni siquiera intento realizar lo que le tocaba en aquella ocasión. En su lugar siguió realizando series de doscientos metros. Posiblemente conseguiría rascar algunas decimas, pero su cabeza no era un instrumento preciso, por lo que no consiguió la bajar más la marca de ese día.

La sesión de entrenamiento de ese día había finalizado. Se quedaría con los lastres puestos para habituarse a su peso. De esta forma no le costaría tanto correr en los días sucesivos. No se los quitaría ni para dormir. Cuando se lo quitara se sentiría como una pluma, pero para eso debía pasar tiempo.

El día siguiente fue una fotocopia del anterior. No hubo nada digno de mención. El cansancio fue menor, pero no consiguió rebajar sus marcas. Al día siguiente la cosa ya cambio. El calentamiento tardo 37 minutos en hacerlo. No se encontraba demasiado cansado y el esfuerzo no resulto ser excesivo. Seguía siendo más lento a consecuencia del peso, pero ya casi ni sentía el peso extra. Realizo nuevamente sus series de velocidad. Consiguió rebajar 2 segundos. No era mucho, pero cuando se quitase los lastres de seguro adquiriría una velocidad aun mayor. Cada vez estaba más cerca de conseguir su objetivo. Y esto sucedería al día siguiente. Mañana era la prueba de fuego. En ese instante lo daría todo. Su entrenamiento mostraría sus frutos y él podría catalogarlo de efectivo.

La rutina siguió con su secuencia de ejercicios: calentamiento y series de velocidad. Lo que realmente quería realizar y donde se vería todo era su carrera entre las casas. Antes de nada se quito los lastres. Ya había realizado sus experimentos y descubrió que los lastres eran totalmente incompatibles con ese ejercicio, hasta lo consulto y confirmaron su teoría. Salto a uno de los tejados de las casas. En esta ocasión realizaría tan solo una carrera. Debía darlo todo en aquel momento. Su concentración era máxima. No solo tenía que estar concentrado en no caer, sino que también debía visualizar la ruta más corta y que menos esfuerzo le exigiría. No corrió…voló. Su cuerpo flotaba entre las casas, aunque apoyar a sus pies prácticamente sentía que no soportaban ningún peso. Y todo eso por solo 20 Kg de menos. Naturalmente el tiempo revelo la verdad: 20 minutos 49 segundos. El entrenamiento fue todo un éxito.



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Ginkoss
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